Estados Unidos es una potencia energética — y es evidente
- AMP
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En 2024, Estados Unidos reafirmó su posición como una de las naciones más productivas en energía del mundo.
Por tercer año consecutivo, se mantuvo como exportador neto de energía, produciendo más de lo que consume, una tendencia que hace dos décadas habría parecido impensable.
Este cambio no es solo simbólico. Representa una transformación profunda en la estructura del suministro energético estadounidense y su influencia global.
Según la EIA, la participación de las importaciones en la mezcla energética de EE. UU. cayó al 17 % en 2024, el nivel más bajo desde 1985.
En 2006, las importaciones representaban más del 35 % del suministro total, esa cifra ahora se ha reducido a la mitad.
¿Qué está impulsando este cambio?
La respuesta se resume en una palabra: producción.
Estados Unidos ha incrementado su producción energética nacional a niveles récord.
Solo en 2024, el gas natural, el petróleo crudo, los líquidos de plantas de gas natural (NGPLs), los biocombustibles, la energía solar y la eólica establecieron nuevos récords de producción.
Y no se trata solo de combustibles fósiles: el auge abarca tanto fuentes tradicionales como renovables, reflejando un portafolio energético dinámico y diversificado.
Como resultado, la necesidad de importar energía se está reduciendo.
El petróleo crudo y los productos refinados, que antes dominaban las importaciones, ahora están siendo reemplazados por alternativas de origen nacional.
Desde 2006, las importaciones estadounidenses de estos productos han disminuido un 39 %, pasando de 14 millones de barriles por día a solo 8 millones.
Un reequilibrio regional y global
La transformación es más evidente en regiones como la Costa del Golfo, donde la fuerte capacidad de producción y refinación ha reducido drásticamente la necesidad de importaciones.
La Costa Este, históricamente dependiente del suministro externo, también ha visto reducciones importantes.
Mientras tanto, las importaciones han aumentado modestamente en el Medio Oeste, la zona Montañosa y la Costa Oeste, pero incluso estas regiones están recibiendo más petróleo canadiense que nunca.
Y eso nos lleva a otro punto clave: el origen de las importaciones ha cambiado tanto como su volumen.
En 2006, países de la OPEP como Arabia Saudita, Argelia e Irak eran los principales proveedores de crudo para EE. UU.
Pero en 2024, las importaciones desde la OPEP han caído un 77 %.
En contraste, las importaciones desde Canadá casi se han duplicado, convirtiendo a ese país en el socio energético extranjero más importante de EE. UU. cada año desde 2014.
Con la expansión del oleoducto Trans Mountain, el crudo canadiense ahora llega a las refinerías estadounidenses en volúmenes récord, especialmente en el Medio Oeste y la región Montañosa, donde representa casi todo el suministro.
Lo que esto significa hacia adelante
La historia energética de Estados Unidos ya no se define por la dependencia, sino por la dominación y diversificación.
Un sistema energético más autosuficiente significa mayor resiliencia, poder económico y control sobre precios y cadenas de suministro, algo crucial en un entorno geopolítico volátil.
En 2024, las importaciones totales de energía rondaron los 22 cuatrillones de unidades térmicas británicas (BTU), una cifra que se ha mantenido estable en los últimos años.
Pero detrás de esa estabilidad hay una historia más profunda: EE. UU. necesita menos y produce más, y eso está redefiniendo tanto su estrategia interna como el flujo energético global.
Estados Unidos ya no solo participa en el mercado energético mundial.Ahora lo lidera.
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